Naturalmente Abogada

Antropogénico

Dícese de aquello que se origina a causa de las actividades desarrolladas por el hombre

Hola de nuevo, personas lectoras. El pasado domingo comenzó a celebrarse en Egipto la 27ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP), evento que se prolongará hasta el próximo día 18. Su primera convocatoria fue en Berlín en 1995.

Esta serie de encuentros anuales son un espacio en el cual los casi 200 estados que se han dado cita este año, representados por alrededor de 30.000 gobernantes, académicos, activistas, periodista y empresarios, se reúnen para hablar, hablar y hablar sobre la necesidad de frenar el cambio climático, sobre la obligación de los gobernantes de establecer en sus respectivos territorios políticas encaminadas a estos fines, sobre cómo se puede hacer desde la ciencia y sobre quiénes lo deben de pagar.

Esta amalgama de debates y buenas intenciones la podemos resumir, a grosso modo, en veintisiete años de buenas intenciones y de tibias decisiones al respecto, pues durante este tiempo, lejos de doblegar la curva de emisión de gases efectos invernadero, los 8 últimos años han sido, según informe de la ONU, los más calurosos que se han registrado hasta ahora.

El objetivo principal para 2022 es el de garantizar la plena aplicación del Acuerdo de París de 2015, pasando en primer lugar por mantener la temperatura en 1,5 °C por encima del promedio del periodo preindustrial, ello basado en el informe de la ONU que puedes consultar aquí: Los planes climáticos siguen siendo insuficientes: se necesitan medidas más ambiciosas ya | CMNUCC (unfccc.int)

A nadie se nos escapa que las cuatro potencias más contaminantes del planeta, China, EE.UU., India y Rusia, ni están ni se les espera. Estos cuatro jinetes del desastre ecológico siguen ejerciendo su rol de animal devorador de recursos naturales para nutrir de objetos materiales y desde un exceso, en ocasiones indecente, a los llamados países desarrollados, entres los cuales nos encontramos. Esta conducta destructora se asienta en la inventada realidad de dar respuesta a un paradigma de vida que han venido a llamar “calidad de vida”, asimilando esta pretensión a la cantidad de elementos de consumo que podemos adquirir, y que tan solo se ha consolidado en términos económicos-consumistas.

No sé para vosotros, pero para mí “calidad de vida” es respirar aire sano, disponer de agua potable, tener alimentos de calidad, poder garantizar un mundo habitable para mi hija y respetar el equilibro de coexistencia entre el hombre y la naturaleza. Pero claro, este concepto de calidad es inasumibles por aquellas potencias en las cuales las personas sobreviven gracias a los hormigueros humanos que viven bajo de sus calles, andan con la mirada al suelo y dan gracias al trabajo que les permite “pagar” una calidad de vida de hormigón y textil que se olvida del sistema natural que la sostiene.

Es cierto que estos desalentadores datos dan para caer fácilmente en la desilusión. Es abrumador el hecho de que el conocimiento y las aportaciones de treinta mil personas puedan quedar en el espacio de lo abstracto frente a las decisiones políticas de 4 personas con poder que son incapaces de anteponer el bien común a unos intereses concretos y cortoplacistas centralizados en un determinado territorio.

Pero desde la negatividad no se toman las mejores decisiones, y desde mi naturaleza optimista prefiero apostar por los países que están comprometidos a pesar de todo, pues la suma de todos ellos, si realmente cumplen con los compromisos asumidos, siempre dará un resultado superior a 0.